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THE DARK SIDE OF THE MOON 50 AÑOS

—– «THE DARK SIDE OF THE MOON». —–
Cuando uno coloca en el giradiscos el vinilo que nos ocupa, lo primero que escucha es un latido. Ahogado, pero claramente audible. Se perciben unas risas de fondo y las hélices de un helicóptero. Una voz humana emite unos chillidos que semejan el graznido de una gaviota, y eso es una canción. Una canción de Pink Floyd. Una canción llamada “Speak to me”. La canción que abre el “Dark Side of the Moon”.
Sirva ese ejemplo de presentación. Roger Waters, Nick Mason y Richard Wright se deshicieron del cuarto miembro original, Syd Barrett, porque el LSD le había destrozado el cerebro y convertido en un vegetal. Una tarde de finales de los sesenta conducían por Londres camino del estudio de grabación y alguien dijo: “¿No paramos a recoger a Syd?”; “¿Para que?”, le contestaron los otros. La música de Pink Floyd, sin embargo, siempre mantuvo ese halo de locura que había aportado el líder de la primera época.
Waters, Mason y Wright, junto al nuevo guitarrista David Gilmour, crearon un sonido único, una fórmula original, algo que no procedía de ninguna parte. Ian Anderson, de Jethro Tull, lo explicaba una vez: Así como todos los músicos británicos que triunfaban en la escena local habían bebido de las fuentes del Blues, así como los pioneros del rock and roll tuvieron como referentes a los grandes intérpretes country, la música y la capacidad de experimentar de los Floyd nacía en ellos mismos. En su mentalidad matemática de estudiantes de la escuela superior de arquitectura donde se conocieron. En el popular barrio de Notting Hill, en Londres, sigue en pie un pintoresco edificio de ladrillo rojo y geometría curiosa, donde la banda dio sus primeros pasos. En aquella calle hoy día tranquila y silenciosa, tras la transitada y concurrida Portobello Road, puedes imaginarte al espigado Waters, al sencillo Mason, al academicista Wright y al inquieto genio Gilmour descargando su peculiar y atípico atrezzo, meros objetos que raras veces habían sido diseñados originalmente como instrumentos musicales, y de los que la banda extraía petróleo.
Hay docenas de puristas que consideran a los Floyd de Barrett como los únicos a tener en cuenta. Yo, y el buen gusto ante el talento musical, no podríamos estar en mayor desacuerdo. En el decenio 1973-1983 Pink Floyd compusieron cinco pilares, dieron con un lenguaje sonoro que nadie ha podido imitar.
El primero de esos cinco pilares es este “Dark Side of the Moon”. Tras los primeros pasos, tras el directo “Ummagumma”, tras los dos trabajos mas o menos ortodoxos –siempre dentro de los parámetros Floyd- que fueron “Meddle” y “Atom Heart Mother”, los cuatro empollones londinenses se aventuraron por el terreno que para otros podía ser simple, el de la composición convencional de canciones, y entregaron a la posteridad una innovadora obra de arte. Un paso adelante en sonido y técnicas de grabación, que contó con comodines de lujo como el ingeniero Alan Parsons tras la mesa de mezclas, y el aporte musical imprescindible de un saxofonista llamado Dick Parry, y la vocalista Clare Torry.
Equilibrado, mágico y caleidoscópico, “Dark side…” se nutre de cuatro o cinco canciones al uso, enlazadas por momentos instrumentales y sónicos donde todo cabe y sorprende. Al latido introductorio descrito sigue un elegante arpegio de guitarra acústica que presenta con exquisita finura el “Breathe”, la primera de las canciones cantadas, con letra onírica y desconcertante.
Tenemos a continuación “On the Run”, entreacto instrumental caótico, donde las hélices de un helicóptero cruzan una y otra vez de un altavoz a otro. El sonido estereo se estaba inventando, y al escuchar con auriculares esta pieza daba la sensación de que el helicóptero te atravesaba la cabeza.
“Time”, siguiente pieza cantada. La letra habla de la fugacidad de la vida, de lo irrefutable del paso del tiempo, y el melancólico solo de guitarra de David Gilmour es de antología. La intro de la canción es igualmente memorable, con todos esos sonidos de relojes antiguos dando la hora a la vez, creando ese clima enervante, esa sensación de locura.
“The Great Gig in the Sky”, composición del teclista Wright, es una maravilla. Clare Torry, esa mujer para mi desconocida, canta como una valkiria. Se trata de un tema ambiental, con voces y suaves teclados de fondo, sin letras, solo una melodía que la intérprete entona hasta llegar al paroxismo. Como si cantara desde la cima de un monte sobre un campo de fuego.
“Money”, tal vez el tema mas conocido. Dinámico y vital, con un bajo incansable, novedosos efectos de cajas registradoras, letra sobre el consumo, y tremendos solos de guitarra y saxofón. Me encantan estos momentos duros en la discografía de Pink Floyd. Estos destellos hard-rockeros que no abundan y que habitualmente cantaba David Gilmour. Tenemos ejemplos como el “Young Lust” de “The Wall”, el “Dogs of War” de “A momentary Lapse of Reason” o “Not now John” en “The Final Cut”.
En contraste, la siguiente “Us and Them”, joya sotisficada y tranquila, con deliciosos coros, protagonismo melódico del saxo y gran trabajo pianístico.
“Any colour you like”, fragmento instrumental tocado con pericia, y la catarsis final: La locura que yo siempre asocio a determinados pasajes de la obra de Floyd: “Brain Damage”, el cerebro dañado, con esa construcción que puede llegar a producir pesadillas. La guitarra iniciando el tema con una suavidad engañosa, Waters susurrando aquello de que “el lunático está en la hierba”, y los coros, donde se menciona el nombre del álbum, construidos sobre un crescendo de teclados, producen una sensación de inquietud y mal rollo digna de estudio. Al inicio de la segunda estrofa, el cantante-bajista nos informa de que el lunático “está en el hall”, ha entrado, de la hierba del jardín a casa, y al final nos confiesa que el lunático “está en su cabeza”, mientras unas aterradoras risotadas dementes abruman al oyente.
Todo parece cobrar sentido cuando, en la final “Eclipse”, se nos expone la conclusión final: “Todo cuanto hay bajo el sol esta en armonía, pero el sol está eclipsado por la luna”. El disco se despide con el sonido ahogado del latido, cerrándose el circulo.
Pink Floyd se convirtieron con este Lp en la banda en activo más importante de Inglaterra, junto a Led Zeppelín y los Rolling Stones. El batería Nick Mason cuenta en su autobiografía que a raíz del éxito se deshizo de su modesta casa en el barrio londinense de Camden para trasladarse a la lujosa zona residencial de Hampstead. Cuando el empleado del banco le dijo si podía avalar la nueva adquisición, Mason sonrió y dijo: “Supongo que si. Soy numero Uno en ventas en los Estados Unidos.”
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