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Los mejores autos del mundo: cómo es la millonaria colección del baterista de Pink Floyd

Nick Mason es dueño de 40 vehículos de lujo, entre superdeportivos, coches de carrera y antiguos.

Los especialistas reconocen a Nick Mason como uno de los bateristas más importantes de la historia del rock, con una carrera entera llevando el pulso de la música progresiva detrás de los parches de Pink Floyd. Pero, al margen de las exploraciones artísticas, hay otro sonido que lo asombra: el de los motores.

El hombre que grabó en todos los discos del icónico grupo inglés es también dueño de una de las colecciones más impactantes con los mejores autos del mundo e incluso se animó a competir en una de las pruebas más exigentes del calendario motor, las 24 Horas de Le Mans.

La vigencia y el legado de Mason están vinculados con su trabajo en la banda insignia de un género musical que caracterizó a la música de los años setenta. Opacado por el peso propio de David Gilmour y de Roger Waters, el dueño de los palillos supo poner su firma en varias obras cumbres del grupo. Es, en definitiva, el integrante infaltable de Pink Floyd, ese que aparece en todos sus álbumes, de los más experimentales a los que fueron un éxito rotundo de ventas.

Tiene varias Ferrari de colección y hasta una batería.

Sin embargo, cuando desarma la batería, aparece otro Mason. Es el entusiasta que encuentra refugio en un exclusivo hangar personal que reúne una millonaria colección de Ferrari, Maserati, Jaguar y Porsche. En ese galpón familiar atesora 50 vehículos, aunque estima que fue propietario de al menos 300 -entre superdeportivos, de carreras y antiguos- a lo largo de su trayectoria como apasionado de los autos.

De Pink Floyd a Le Mans, la tradición familiar que cultiva Nick Mason

Nacido en 1944 en Birmingham, estudió arquitectura antes de dedicarse por completo a la carrera musical. No fue en los pasillos de la universidad donde conoció su otra pasión por los motores. Tampoco es una excentricidad heredada de su historia familiar, con un bisabuelo que fue parte de la aristocracia inglesa.

 

El Lola T297 con el que corrió en Le Mans en 1979 y 1980. El Lola T297 con el que corrió en Le Mans en 1979 y 1980.

En realidad, ese interés ya estaba dentro suyo desde muy chico, cuando acompañaba a su padre Bill -un famoso documentalista- a correr con un Bentley 4 1/2 Litre de color negro en Silverstone. Por supuesto, ese auto es miembro permanente de su envidiable repertorio ubicado en la localidad de Cotswolds, ubicada unos 125 kilómetros al noroeste de Londres.

Como muestra el antecedente paterno, la brújula que guió a Nick en el armado de su flota personal fue la competencia a toda velocidad. Con ese afán recorrió ciudades y escuchó consejos, en busca de grandes joyas de la industria. “Nunca hice esto por una cuestión financiera, yo quería participar en carreras, entonces elegí los autos con los que me gustaría competir”, definió en una entrevista.

En la edición 1979 de Le Mans. En la edición 1979 de Le Mans.

Impulsado por su entusiasmo motor y por los millones que embolsaba como integrante de la banda del momento, no demoró en tocar el cielo con las manos. Entre 1979 y 1984, el tiempo que va de la publicación de “The Wall” al año posterior de “The Final Cut”, salió a la pista en cinco ediciones de las 24 Horas de Le Mans.

Debutó con un Lola T297 y marcó su mejor actuación: culminó 18°, aunque acabó como escolta en su clase. Fue el mismo año que el actor Paul Newman terminó en segundo lugar con un Porsche 935/77A.

El baterista de Pink Floyd repitió asistencia con el Lola T297 un año más tarde: llegó 22°, tercero en su clase. Las participaciones posteriores fueron olvidables: en 1982 (a bordo de un BMW M1, junto con el manager de la banda) y 1983 (con un Dome RC82 que llevaba motor Ford-Cosworth) no finalizó la prueba y en la edición siguiente lo descalificaron porque su Porsche 956 recibió asistencia técnica en la pista.

Su primer auto, un Lotus Elan. Su primer auto, un Lotus Elan.

Las joyas de la colección de Nick Mason y el auto que se sacó de encima

Además del Bentley que heredó de su padre y el Lola con el que corrió en Le Mans, el baterista le reserva un sector especial de su hangar a una marca legendaria: Ferrari. La gran joya es un 250 GTO 1962, un exclusivo vehículo de carreras al que saca a rodar en festivales. Lo compró en los años setenta y su valor actual ronda los 40 millones de libras.

Una Bugatti T35 de los años 20. Una Bugatti T35 de los años 20.

En el mismo galpón hay una Ferrari 512 S 1971 y una 312 T3 (que usó Gilles Villeneuve), otros dos autos de competición del Cavallino Rampante. Como si eso fuera poco, la empresa italiana aporta algunos de sus deportivos: una Ferrari Daytona, una Ferrari Enzo, una modernísima Ferrari LaFerrari y un clásico, la F-40.

A pesar de esa flota, el integrante de Pink Floyd no se declara fanático de la marca de Maranello. Su preferido, asegura, es un Maserati T61 Birdcage 1961, una de las 16 unidades que se fabricaron para la competición entre finales de la década del cincuenta e inicios de los años sesenta. También ubica arriba en su lista de favoritos un McLaren F1 GTR 1996 y un Lotus Elan 2+2 1969, con el que comenzó su larga historia de adquisiciones.

El hangar también reúne creaciones tan disímiles como un Porsche 962 Matsuda 1990 (de líneas inspiradas en el diseño japonés, tuvo presencia en las 24 Horas de Le Mans), un ejecutivo Audi RS6 2015 y reliquias que se remontan a la noche de los tiempos: un Aston Martin LM18, un Bugatti Type 35 y un Panhard Levassor 1902 que, más de un siglo después de su fabricación, se asemeja a un carruaje con motor.

Es suya: la Ferrari 512 S que formó parte de la mítica película Le Mans protagonizada por Steve McQueen. Es suya: la Ferrari 512 S que formó parte de la mítica película Le Mans protagonizada por Steve McQueen.

Mason compara los autos con sus hijos y admite que sufre cada vez que tiene que vender un vehículo. Solo una vez se alegró de desprenderse de una de sus joyas. Ocurrió con un 1957 Kurtis Kraft-Offenhauser, más conocido como Dayton Steel Foundry Special, construido para correr en Indy 500.

Quedó en la historia como el único monoplaza de esa categoría que manejó el mismísimo Juan Manuel Fangio, aunque problemas mecánicos y evidente falta de sintonía con el rodado le impidieron al quíntuple campeón de la Fórmula 1 participar de la prueba.

 

Mason sobre sobre un Auto Unión Type C de 1936, en Goodwood. Mason sobre sobre un Auto Unión Type C de 1936, en Goodwood.

“Es el único del que estoy orgulloso de haberme sacado de encima. Lo odiaba, hasta Fangio dejó la butaca y dijo que no lo iba a conducir”, explicó Mason su rechazo. De todos modos, sigue atesorando un recuerdo del piloto argentino: un Maserati 250F 1957. Ese monoplaza, similar al que usó el de Balcarce en su última coronación en la máxima categoría, es hoy uno de los baluartes de la millonaria y variopinta colección de autos del baterista de Pink Floyd.

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