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Roger Waters de la emoción a la liberación

El fundador de Pink Floyd regresó a México para ofrecer su música y un mensaje en contra del totalitarismo y la violencia

Con martillos golpeando muros se ha hecho escuchar. Ahora, Roger Waters, en un escenario redondo con forma de cruz en medio, estaba listo para “taladrar” al ansioso público con su carga de mensajes sociopolíticos y de liberación, en su parada en la Ciudad de México con su This is not a drill tour.

Los silbidos, la ola y la exigencia del público por ver a Waters eran evidentes y sólo se apaciguaron cuando las luces se apagaron y la cortina de acero comenzó su ascenso, provocando un grito estridente que hizo retumbar el Palacio de los Deportes.

 

“Olé olé olé olé!” se escuchaba al unísono. Fue entonces cuando el bajo Fender Black Precision de Roger comenzaba a sonar.

Waters tenía a 20 mil fanáticos ávidos de recibir una dosis de Pink Floyd, de canciones como “Comfortably numb”, la primera con la que escucharon la voz del músico de 79 años al aparecer en el escenario negro cubierto por una estructura negra en el Domo de cobre.

Mientras corría el olor a yerba, sonaba la segunda rola, “Another brick in the wall”, tema icónico compuesto por Waters que hizo temblar la estructura con un fuerte coro del público.

 

Ocho músicos rodeados por más de 20 mil eufóricos asistentes, así continuaba el repertorio de Roger Waters, quien pasaba de tener el bajo en sus manos a tocar el piano.

En la pantalla en forma de cruz seguían proyectándose imágenes de todo tipo que acompañaba, fiel al estilo psicodélico, las canciones progresivas de Waters, caracterizadas por la participación de varios instrumentos, la larga duración y las constantes improvisaciones de guitarra, piano, e incluso instrumentos de viento y metal.

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Gilberto Alducin, de 43 años, lleva tatuado el símbolo del disco The dark side of the moon.
Foto: Jorge Emilio Sánchez/EL UNIVERSAL

 

Gilberto Alducin, de 43 años, lleva tatuado el símbolo del disco The dark side of the moon

Al sonar “Have a cigar”, una de las canciones dedicadas a Syd Barrett, se proyectaban imágenes que evocaban los mejores años de la banda en la que aparecían todos los miembros en su juventud, lo que provocaba el aplauso y la emotividad en el público, que en cada solo de guitarra, agradecía con una bulla.

Ojalá estuvieras aquí, “Wish you were here”, grabada en honor al fallecido miembro de Pink Floyd, llegaba provocando uno de los momentos emotivos de la noche, donde las gargantas se rasgaron en los gritos y la guitarra acústica hacía llorar a más de uno de los que se encontraban de pie frente al escenario.

Tras una pausa, los banderines de la película The wall, tema compuesto en su totalidad por Waters, caían del techo.

 

Para algunos fans, The wall representaba mucho más que una canción.

En el aire, el icónico cerdo de su álbum Animals comenzaba a volar en el recinto, Roger no dejaba pasar la oportunidad de recordar a George Orwell, pues el álbum se inspiró en su novela.

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Mario Oliva y Alex Engel, de 41 años, vinieron desde San Miguel de Allende para ver a Roger.
Foto: Jorge Emilio Sánchez/EL UNIVERSAL

Las imágenes del filme aparecían en las pantallas dispuestas en 360°; el público de nuevo hacía latir al recinto en un grito armónico “¡Hamer, hamer, hamer!” como una crítica a los sistemas considerados por Waters como totalitarios.

Entre las imágenes, la esperada: el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, seguido de mensajes: ”Fuck de patriarchy”, “fuck the drones”, “fuck the war on terror”, “fuck the bombing weddings” y pedir la libertad de Julian Assange, que el público celebraba.

Presagiando el final de la noche, sonaba “Money” del álbum The dark side of the moon. Roger caminó por todo el escenario para poder tocar nuevamente su bajo, ante un público que le rendía pleitesía.

EL DATO 20 MIL ASISTENTES
corearon al músico británico en el Palacio de los Deportes.

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